
Jose Antonio Labordeta ha vuelto a coger su mochila, pero esta vez para emprender un viaje sin retorno. Lo comenzó en la madrugada de hoy, desde su tierra madre, esa que llevaba siempre dentro de él pisara la tierra que pisara, y pisó muchas. De hecho podría considerársele el caminante de España ya que supo poner a España en su mochila. Su espíritu inquieto le hizo filósofo, docente, poeta, cantautor, caminante.... todo aquello que le acercara a la gente sencilla, natural, heroes anónimos del dia a dia, esos que nunca aparecerán en los "papeles", pero que escriben con tinta invisible la historia que mantiene viva la tierra que pisamos. Puso voz en el parlamente a los que no la tenian, hablando de injustas desigualdades y mandando a la m...a aquellos que ningunearon su voz disfrazando su indiferencia con una enorme falta de respeto. Fué en aquella época cuando apareció su mal, ese que le ha llevado a emprender su último camino, mochila de lo vivido en ristre. Su último libro, "Regular, gracias a dios", habla de eso y de muchas cosas de todo su vivir. Hay personas con las que no podemos, ni debemos, ejercer el oficio del olvido, y esta es una de ellas. J.A. Labordeta escribió un canto a la libertad que lo ha llevado allá donde ha estado. Existe una versión en la que este canto suena en todas las lenguas que conforman la realidad de nuestra tierra, pero no la he encontrado, asi es que os dejo con está y que cada cual la escuche y la sienta con la lengua que entienda su corazón.
Y de su faceta de poeta os dejo uno de sus poemas - Hablo por hablar.
Hablo, por hablar,
hoy que está desierto el mar
y una paz agreste invade
estas turolenses llamaradas
de fuego y de dolor.
Hablo del día a día que sucede,
de las tardes que adiós nos despedimos,
de los hijos que llegan,
de las tierras que acogen nuestros cuerpos
y de todo aquello
que va formando, al fin, nuestra figura.
Del paso indefinido
hablo también
y hablo, para quedar en paz con mi conciencia,
del tiempo jamás recuperado,
huido entre sonrisas, adioses y lágrimas,
que nadie reservó para el otoño.
Hablo del campesino y de su hondura,
del herrero que fragua su tristeza,
del minero que invade las entrañas,
del poeta que, a solas, agoniza.
Hablo de mi mujer y su esperanza.
Y hablo de este pequeño dios
que ha entrado en casa,
después de tantos días esperado.
Hablo y hablo
y nunca sé por qué guardar silencio.
¡¡BUEN VIAJE, MAESTRO DEL CAMINAR!!
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